Carta a mi hija
Tus ojos, la mirada sin vida que desprenden, tus preguntas…Quiero ayudarte, pero me castigo cada día porque no sé qué más hacer.
Te prometo que tampoco es fácil para mí. Me siento tan débil que apenas puedo caminar.
Deseo tanto como tú, que esto termine pero son muchos guerreros cariño y yo estoy sola.
Pido ayuda desesperadamente, pero la gente no quiere esforzarse en entender una vida que no es la suya, al fin y al cabo, a sus hijos si se les permite ser niños.
Hoy ha sido una de tantas noches en las que cerrar los ojos me provocaba pesadillas y he preferido no dormir, el espejo del baño me dice que no puedo seguir así, pero prometo que hasta mi último aliento lo dedicaré a defenderte, Solo quiero verte feliz.
¡Voy a hablar con ellas cariño! Estoy decidida, les voy a suplicar que por favor no se metan más contigo, que no te excluyan, que no te insulten, que tan solo eres una niña de 4 años que solo quiere jugar con sus amigos y no tener que mirarlos a través de la ventana. No tengas miedo, ellos son adultos, seguro que al final, acaban por entenderme.
Son las 17:00h
Sales de clase, sola, mirando al suelo y con la mochila arrastras.
Lo sé cariño, no ha sido un día diferente a otros y se que las paredes del colegio son tu cárcel.
A mí no me ha ido mejor. Lo hice, intenté explicarles que estabas mal, pero apenas pronuncié cuatro frases, y ya se estaban mofando de mí. Tu dolor es su razón de vivir. He vuelto a sentirme tan pequeñita que volver a salir de casa para venir a buscarte, me ha dado vértigo.
Pero aquí estoy y hoy nos vamos a casa a jugar. Voy a disfrazarme, sé que te encanta y al menos, te ríes. Tu sonrisa es mi fuerza.
Te entiendo, no tienes ganas de nada y prefieres irte a la cama.
Me meto contigo, atusar tu pelo y acariciar tu cuerpo me transporta a un estado de paz que me permite olvidar por unos momentos, la pesadilla en la que vivimos. Te has dormido y lloro en silencio. Tu pequeño cuerpo hecho un ovillo entre mis brazos… Lo estrujo con fuerza mientras hago promesas que no sé si cumpliré, ya no sé dónde ir, ni donde más pedir ayuda, son tantas puertas las que se han cerrado ante mis narices y tantas “palmaditas” en la espalda como premio de consolidación, que a veces pienso que todo el mundo ha perdido la cordura.
En este duro camino que estamos viviendo quiero que sepas que no estás sola, que mucha gente te quiere. Sé que han apagado tu sonrisa, que han desaparecido tus ganas de jugar y que te invade el miedo cada vez que sales de casa, pero nunca podrán apagar tu luz, eso se lleva dentro y tu brillas, aunque ahora no lo sepas.
Estoy muy orgullosa de ti. Las veces que lloras en silencio para que yo no te vea, las veces que me dices que estas bien cuando tus piernas tiemblan… Cada vez que vas al colegio sin rechistar aun sabiendo que vas a tu celda de tortura, las cosas que te martirizan y que no me cuentas… Pero no quiero que sigas haciéndolo. Quiero que compartas conmigo todas tus preocupaciones, yo solo quiero ayudarte y si no hablas conmigo mi corazón se encoge de miedo.
Quiero decirte que esto va a terminar. Que al final del camino no serás tú quien cargue la mochila, la cargarán quieren la merecen.
No sé aún cómo lo voy hacer pero te prometo que volverás a reír.
Mientras pueda respirar, mientras permanezcas a mi lado, encontraré la manera. No sé cuándo será, pero te juro que un día serás de nuevo la niña que llenaba la casa de ruido, la niña que se carcajeaba de risa cada vez que jugábamos a hacernos cosquillas y que bailaba y bailaba sin parar…
De momento no estás, pero te prometo que volverás.