Un perdón que me impactó
Muchos de vosotros me estáis preguntando si alguna vez, las personas implicadas en el acoso que sufrió mi hija, me han perdido perdón.
Recuerdo una llamada telefónica de una madre (que no participaba directamente de las humillaciones que hacían a mi hija), pero que sin embargo, tampoco nos dio la oportunidad de conocernos nunca. Ella solía estar con aquellas mujeres y cuando estaba con ellas, nunca me saludaba. Sin embargo, si nos encontrábamos a solas nunca me negaba el saludo. Esto me hacía pensar hasta donde llegaba la idiotez de las personas.
Un día me llamó por teléfono, creo que cuando fue consciente realmente del daño que nos estaban haciendo, y me dijo lo siguiente:
“Susana, lo siento tía, al final creo que el algo que se ha ido de las manos. Que empezó como una tontería y que al final se ha hecho una bola gigante. Lo siento de verdad, siento haberos juzgados sin conoceros y no haberme dado a oportunidad de hacerlo”
No fui capaz de responder nada y un sinfín de sentimientos se agolparon en mi mente. Por un lado, pensé que me pedía perdón demasiado tarde, pero por otro lado, pensaba que le honraba haberlo hecho. Con el tiempo he comprendido que hacer esa llamada además, sin ser una de las implicadas, fue un acto valentía. No tenía porque haberlo hecho, y sin embargo, lo hizo. Agradezco aquella llamada y lo valiente que fue.
Lo que además, me hizo pensar en el perdón. Los padres, las madres y los profesores que participaron del acoso que sufrió mi hija, nunca lo han hecho, lo que pone de manifiesto una vez más, lo cobardes que son. Todos los acosadores son cobardes aunque se crean Dioses.
Una anécdota sobre el perdón y que cuento en el libro fue con la directora del centro.
Cuando fue capaz de reconocer que habían actuado mal, un poco porque le puse entre las cuerdas, le dije que tenía que pedir perdón, no a mi, sino a mi hija. Me dijo que lo tenía que pensar. Me quedé a cuadros. ¿Qué lo tenía que pensar? Al final lo que decidió es enviarme un e-mail, que lo pongo tal cual en el libro. Si es de alucinar… Y más viniendo de una directora de un centro escolar que se supone que vela por la seguridad e integridad de los menores. Fue totalmente increíble y del todo surrealista, pero como siempre en cada capítulo de mi libro, todo se acababa volviendo en mi contra… En Centro tenía mucha basura y en lugar de recogerla decidieron guardarla debajo del armario.
Pedir perdón honra a las personas. Nunca tenemos que tener miedo de hacerlo cuando nos equivocamos. Lo denigrante es saber que hemos actuado mal y no ser capaz de pedirlo.